Propaganda hecha por robots

Hoy, algoritmos, sistemas automatizados y bases de datos masivas participan activamente en la configuración de nuestras percepciones políticas. Este fenómeno, conocido como propaganda computacional, representa una de las transformaciones más profundas en la comunicación política contemporánea.
Tradicionalmente, la propaganda se entendía como la difusión intencionada de mensajes para moldear actitudes y comportamientos políticos, sin embargo, con la digitalización de los flujos comunicativos, este proceso ha adquirido la automatización.
Ya no hablamos solo de personas que crean mensajes persuasivos, sino de máquinas que los distribuyen, adaptan y multiplican, aprovechando la velocidad y segmentación que permiten las plataformas digitales.
La propaganda computacional se sustenta en tres pilares tecnológicos:
- Automatización: bots y cuentas programadas para publicar, comentar o compartir contenido sin intervención humana directa.
- Análisis de datos: minería de comportamiento, intereses y emociones del usuario para personalizar los mensajes persuasivos.
- Algoritmos de amplificación: mecanismos de las propias plataformas (como el “trending” o el “engagement”) que otorgan mayor visibilidad a los contenidos más compartidos o polémicos.
En conjunto, estos elementos crean un entorno de influencia continua, donde la persuasión se vuelve casi invisible, porque se integra en la lógica misma del funcionamiento de las redes sociales.
Durante campañas electorales recientes en América Latina, se han identificado redes automatizadas que operan para favorecer a determinados candidatos. Por ejemplo, cientos de cuentas falsas o parcialmente automatizadas pueden coordinarse para posicionar hashtags, atacar o desacreditar adversarios políticos y amplificar mensajes favorables.

Si miles de bots repiten durante días un mismo eslogan político, los algoritmos de la red interpretan esa actividad como un «tema en tendencia», y lo muestran a más usuarios. Así, una narrativa artificialmente amplificada parece espontánea y popular, aunque en realidad sea una estrategia planificada.
El resultado no es solo ruido digital, es una distorsión del espacio público, donde la visibilidad deja de reflejar la realidad del debate social.
El uso de propaganda computacional plantea serios desafíos a la integridad de la comunicación democrática. Si la deliberación pública se sustenta en percepciones manipuladas por sistemas automatizados, los principios de transparencia y pluralidad quedan comprometidos. Además, al operar en la frontera entre información legítima y manipulación algorítmica, estas prácticas se vuelven difíciles de detectar y regular. La automatización multiplica el alcance de la propaganda y difumina las responsabilidades humanas detrás de ella.
Comprender la propaganda computacional es esencial para navegar el ecosistema mediático contemporáneo. No se trata únicamente de identificar bots o mensajes falsos, sino de reconocer cómo la lógica de los algoritmos puede ser instrumentalizada para moldear la opinión pública.
Frente a esta realidad, la respuesta no puede ser sólo tecnológica, se requiere una alfabetización digital crítica, capaz de reconocer los mecanismos de automatización, los sesgos de las plataformas y las narrativas artificiales que circulan en ellas.
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Por: Diana Socha Hernández
@dianasochacuenta