Trolls: los incendiarios digitales del debate en línea

Incendiarios Digitales
Diana Yulieth Socha Hernández
Diana Yulieth Socha Hernández

En la familia tenemos una o varias personas que generan controversia, ya sea porque no están de acuerdo con alguien o porque sencillamente les gusta llevar la contraria. Así como en el colegio, la universidad o el trabajo, encontramos también personas que generan incomodidad con sus preguntas o comentarios. Algunos lo hacen para comprender o para hacer ver otro punto de vista, pero otros solo lo hacen por incomodar.

En el mundo digital, no todos los conflictos nacen de la diferencia de opiniones, algunos son cuidadosamente provocados. En el centro de ese caos intencional están los trolls, usuarios humanos que, detrás de una pantalla, disfrutan desatar discusiones, desinformar o simplemente irritar a otros. Su meta no es el diálogo, sino el incendio.

Los trolls manipulan conversaciones en línea con fines de distracción, polarización o desinformación. No buscan aportar argumentos, sino apuntan a las emociones.

En la práctica, los trolls operan en todos los rincones de internet, desde los comentarios de noticias hasta los debates políticos en redes sociales. Su estrategia es lanzar una provocación, observar cómo las emociones se encienden y dejar que el resto del público haga el resto. El resultado es un entorno de conversación tóxico, donde la razón se diluye entre la rabia y el ruido.

Son «incendiarios digitales«, quienes entran a un foro pacífico solo para dejar un comentario provocador, o quienes responden con sarcasmo o insultos en un intento de arrastrar a otros al conflicto. Su presencia puede parecer anecdótica, pero cuando se coordinan —como ha ocurrido en campañas políticas o movimientos de desinformación—, el daño es considerable, desvían la atención pública, erosionan la confianza y fracturan comunidades.

El fenómeno del trolleo nos recuerda que el problema de la desinformación no siempre es automatizado ni algorítmico, muchas veces es humano. La hostilidad digital no surge del vacío; se alimenta del anonimato, la inmediatez y la falta de consecuencias.

En tiempos donde las redes se han convertido en la plaza pública del siglo XXI, aprender a reconocer y desactivar a un troll es un acto de autocuidado digital. No responder, no caer en la provocación y fortalecer el pensamiento crítico son las mejores formas de apagar el fuego que estos incendiarios intentan mantener vivo.

Por: Diana Socha Hernández

@dianasochacuenta

¿Te gustó este artículo?

Explora más artículos sobre educomunicación y alfabetización mediática

Ver Todas las Entradas
¡Habla conmigo!