El caos de la información

Ya no sabemos en quién confiar para obtener información
Diana Yulieth Socha Hernández
Diana Yulieth Socha Hernández

Durante muchos años he tenido en el aula a numerosos estudiantes de Comunicación Social y Periodismo. También he dictado clases en otros programas, pero la mayoría de mis estudiantes pertenecen a este campo, y con ellos siempre surge una misma pregunta: ¿cómo estamos consumiendo información hoy?

En los primeros cursos, muchos me contaban la rutina informativa de sus padres: ver el noticiero de televisión a las siete de la noche, escuchar la radio camino al trabajo y leer el periódico los domingos. Con el paso del tiempo, esos hábitos cambiaron. Hoy, los medios digitales dominan el panorama y el volumen de información disponible es abrumador.

Basta con pasar diez minutos frente al celular para enfrentarse a una avalancha de contenidos. Los medios han aprovechado esa cercanía con las pantallas para expandirse a través de redes sociales, sitios web especializados, pódcast, videos y boletines digitales, multiplicando así los canales y formatos para informar. Sin embargo, esa misma expansión ha traído consigo un nuevo desafío: el desorden informativo.

Vivimos un momento en el que ya no sabemos en quién confiar. Antes, los medios —y algunas voces reconocidas— eran referentes de credibilidad. Pero hoy, la abundancia de fuentes y plataformas digitales ha diluido esa confianza. Muchos medios y creadores de contenido la han perdido por falta de rigurosidad en la verificación, por repetir información sin contrastarla o por no corregir los errores cuando se descubren.

Un artículo del Centro de Internet y Sociedad advierte que el “desorden informativo es un problema complejo que afecta a las sociedades contemporáneas”. Según su análisis, la desinformación se propaga en temas sensibles como política, ciencia, salud, economía y medio ambiente, y lo hace en múltiples formatos: narraciones manipuladas, memes, identidades falsas, imágenes o videos alterados o fuera de contexto.

Ante este panorama, no es extraño que muchas personas se sientan cansadas o desmotivadas para informarse. Otras, en cambio, terminan compartiendo desinformación sin saberlo, movidas por el deseo de participar en la conversación pública, de expresar indignación o, incluso, de entretenerse.

En este nuevo ecosistema, la sobreinformación no siempre significa mejor información. Aprender a filtrar, verificar y analizar críticamente lo que consumimos se ha convertido en una de las competencias más urgentes de nuestra era digital.

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Referencia: Centro de internet y sociedad

Por: Diana Socha Hernández

@dianasochacuenta

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